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sábado, 6 de noviembre de 2021

De conflictos va la cosa...

Esta entrada trata sobre el conflicto. Sí, lo has leído bien: conflicto. No, no te sientas violentado/a, tú no tienes que participar ni tomar partido de ninguna forma. En esta entrada lo que quiero más bien es anailzar algún conflicto que puede presentarse en el aula y reflexionar acerca de posibles soluciones o acciones a llevar a cabo. Vamos allá. 

Antes de empezar, vamos a dejar claro lo que es un conflicto. Un conflicto es una situación que se produce cuando interaccionan dos personas con intereses y objetivos opuestos, contradictorios o incompatibles. Por ejemplo, un conflicto puede suceder cuando dos personas quieren pasar a la vez por la misma puerta. No van a caber, por lo que se produce un conflicto (pequeño, muy light) que, salvo casos muy excepcionales, se suele resolver inmediatamente por cortesía de una persona hacia otra. Según quiénes son y la relación previa que pueda existir entre los involucrados, los conflictos pueden ser de muchos tipos: intrapersonales (uno consigo mismo) o interpersonales, intracolectivos (dentro de un grupo) o intercolectivos (entre distintos grupos), de poder, de pareja, familiares y, cómo no, escolares. En el ámbito escolar, el conflicto puede surgir a varios niveles: entre chavales, entre alumnos y profesores, entre profesores, entre familias y profesores, entre alguno de los anteriores y la dirección del centro, etc. Como ves, parece que a los seres humanos nos va la marcha y cuando se trata de defender nuestra postura nos enfrentamos con quien sea y donde sea.

En este post vamos a centrar aún más el tiro y, dentro del ámbito educativo, vamos a comentar algún conflicto que puede surgir dentro del aula, por lo que de los tipos anteriores no quedaremos con dos posibilidades: conflictos entre alumnos y conflictos entre alumno(s) y profesor. Veamos un par de ejemplos de estos tipos de conflictos y cómo podrían resolverse.


Caso 1. Un robo con testigos

Situación. Se ha producido un robo en el aula y algunos alumnos han visto al rechazado del grupo sustrayendo el objeto en cuestión. Estos mismos alumnos hablan con el alumno "víctima" y se produce un enfrentamiento entre el sustractor y él. 

Reflexión. Por desgracia, este tipo de sucesos es bastante frecuente, sobre todo en centros situados en entornos con un nivel socio-cultural bajo. Enfrentarse directamente al alumno que, según sus compañeros, ha perpetrado el robo suele ser una mala idea, sobre todo si están los compañeros delante: en seguida se pondrá a la defensiva y, por muy seguro que creas estar de que ha sido él, desde tu posición debes recordar de que se trata de su palabra contra la de sus compañeros. Y, además, no olvides que se trata del alumno rechazado por el grupo, por lo que no son amigos entre ellos precisamente. En primer lugar, hay que detener el enfrentamiento de forma rápida y tajante, tranquilizando a ambas partes. Luego, una buena solución sería hablar con el alumno sustractor en privado de manera muy tranquila y hacerle entender que robar está mal, pero sin acusarle directamente de nada, que no se sienta acorralado en ningún momento. Para eso, puedes abordar la situación no dsde la perspectiva del robo sino desde la del conflicto posterior. Ambos sabéis que el origen es un robo que se ha producido en el aula, así que una buena técnica es la del espejo: ¿te han robado alguna vez? ¿Y a tu familia? ¿Cómo os sentisteis? ¿Qué hicisteis? ¿Recuperasteis lo robado? También puede ser buena idea intentar entender las razones que han podido llevarle a cometer el robo. ¿Puede ser cleptomanía? ¿Quizá su familia está pasando apuros? ¿Simplemente necesita llamar la atención? Encontrando esa razón, se le puede poner de manifiesto y, muy posiblemente, termine confesando. 


Caso 2. Un comentario desafortunado

Situación. Estás en clase de historia y hablando, por ejemplo, de la conquista musulmana de la península ibérica en el año 711, a un alumno "se le escapa" un comentario racista/xenófobo (que no voy a reproducir aquí). Esto, en sí mismo, es grave pero es que además en el aula tienes un alumno de procedencia marroquí que profesa la religión islámica y se siente aludido y ofendido por el comentario. En seguida comienzan a increparse y se les unen varios alumnos más.

Reflexión. Por supuesto, es necesario ponerse firmes y detener la disputa lo más rápido posible. No nos puede temblar el pulso y hay que tener reflejos y aplomo suficiente para ello. De lo contrario, se puede formar un escándalo insoportable e irse la situación de las manos con cierta rapidez. Hasta entonces, es bastante probable que ambas partes se hayan dicho cosas bastante desagradables, pero decirles que se pidan perdón uno a otro (sobre todo por parte del que soltó el primer comentario a su compañero) no va a solucionar el problema y es posible que "ajusten cuentas" en el recreo o después de clase, algo que tenemos que evitar a toda costa. Una vez calmados un poco los ánimos, una buena forma de iniciar la reconciliación puede ser preguntando al primer alumno por qué dijo eso. Es muy probable que no sea consciente de la gravedad de lo que ha dicho. Lo ha podido oír en la tele o a algún adulto en casa y, como tiene relación con la lección, ha intentado "hacer la gracia" en clase sin medir las consecuencias de sus actos. Es importante hacerle ver, a él y a sus compañeros (porque a todos les vendrá bien la lección), que siempre es importante pensar lo que se dice: primero, para no decir cosas que no se piensan (que no se creen de verdad, solo por hacer la gracia); y, lo segundo, para no herir los sentimientos de nadie. No se trata tampoco de humillar al chaval, sobre todo si detectamos rápidamente un arrepentimiento (lo habrá la mayor parte de las veces), e involucrar a toda la clase puede ser una buena forma de evitarlo. Se puede preguntar a otro compañero si le gustaría que le dijeran eso mismo si estuviera él en un país islámico (técnica del espejo), o si alguna vez le han dicho a alguien algo parecido, no necesariamente relacionado con la religión. Se puede aprovechar la coyuntura para enfatizar que, precisamente, este tipo de acciones y actitudes han conducido a la humanidad a infinidad de conflictos, algunos muy recientes. Lo importante, tras hablar con ellos, es conseguir una paz entre los dos involucrados, una reconciliación, y así garantizar que la situación no va a más fuera del aula. Sí, habrás perdido casi lo que te quedaba de sesión, pero has contribuido a evitar un conflicto de proporciones apocalípticas en sus vidas.

Estos han sido solo unos pocos ejemplos de conflictos, pero seguro que al lector se le ocurren muchos más (tirando de imaginación o de memoria). Lo que sí que está claro, es que hay formas de evitar la aparición de conflictos o, al menos, de fomentar una detección temprana y una solución amistosa y madura. Entre las acciones que se pueden establecer está, por ejemplo, el fomentar un buen clima en el aula, saludable, amable y con la menor tensión posible. Se pueden desarrollar actividades de carácter socio-afectivo entre los alumnos e, incluso, con el propio profesor. Si existe un programa de Mediación en el centro, las aulas donde hagan su día a día los alumnos que forman parte del mismo es muy probable que sufran menos conflictos. Estos alumnos suelen estar razonablemente bien preparados para detectar conflictos y, en muchos casos, promover su resolución antes de llegar a más.

Os dejo este enlace a un artículo que incluye con un decálogo de buenas prácticas para resolver conflictos en las aulas, como el diálogo, la escucha activa o el establecimiento de normas y límites. A priori pueden parecer cosas evidentes y de sentido común, pero cuando se está produciendo el conflicto, "en caliente" como digo yo, es muy difícil razonar y apelar al sentido común si no se tiene algo de experiencia en ese contexto. Por eso recomiendo la lectura de este tipo de artículos para, al menos, ponernos en situación antes de enfrentarnos a situaciones tan complejas como los conflictos en el aula a los que, por desgracia, nos enfrentaremos todos tarde o temprano.

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