En este post me gustaría hablar brevemente de la dislexia, un trastorno que desarrollan las personas durante su infancia, que ha despertado mi interés recientemente, cuando me enteré de que uno de mis alumnos la padece. El término es bastante popular, y es quizás uno de los primeros que nos vienen a la mente cuando alguien nos pregunta por trastornos del aprendizaje. Sin embargo, creo que también existe bastante desinformación al respecto en la sociedad en general, ya que se confunden causas con efectos (lo veremos más abajo), y esta puede ser una razón por la que cueste tanto diagnosticarla.
La dislexia, estrictamente hablando, es una dificultad que sufren algunas personas durante alguno de los procesos que se pueden desencadenar durante la lectura. La mayoría de nosotros, cuando leemos, no interpretamos aislada e intensivamente todas y cada una de las letras que componen cada palabra. Más bien, de un vistazo y gracias a las formas que adoptan algunas letras, buscamos en nuestro diccionario personal la palabra más parecida y que encaje con el contexto y la asignamos. Esto sucede de forma prácticamente involuntaria y es lo que se denomina la ruta directa, ya que se produce una asociación icónico-semántica directa. Cuando no conocemos una palabra, no está en nuestro diccionario personal o la que nos viene a la mente no encaja en el contexto, la lectura se detiene e interpretamos cada letra, fonéticamente, hasta formar la palabra en nuestra mente. Esta vía es más lenta, sucede de forma voluntaria y es lo que se denomina ruta indirecta.
Pues bien, las dificultades de una persona disléxica a la hora de leer pueden estribar en varios aspectos. Uno de los más comunes, quizá, es en su incapacidad para utilizar la ruta directa mencionada antes. Bien porque no son capaces de relacionar icónicamente una palabra escrita con una de su diccionario mental o bien porque confunden trazos y letras ("p" por "q", "b" por "d", etc.) conduciéndoles a asignaciones erróneas, por mencionar solo dos de ellas. En cualquier caso, este hecho produce que deban detenerse y centrar toda su atención en cada una de las letras que forman cada palabra, en la ruta indirecta, ralentizando enormemente su ritmo de lectura y agotándolos mentalmente. Además, corren el riesgo de, fonéticamente, no identificar palabras raras o en otros idiomas, que fonéticamente no son fácilmente identificables. Esta es la denominada dislexia superficial. Pero espera, que hay más.
La dislexia fonológica se produce cuando existe un deterioro de la ruta indirecta. En este caso, las personas tienen dificultades para leer e interpretar palabras nuevas o sin sentido. Esto puede presentar problemas para aprender nuevas palabras y para detectar palabras derivadas: al estar uno, quizá, más acostumbrado a ver ciertas palabras de una determinada forma, puede costar detectar icónicamente alguna de sus derivadas (por la vía directa). Al intentar recurrir a la vía indirecta, en este caso, es cuando se produce el fallo y pueden producirse situaciones de paralexia (sustitución de una palabra por otra icónicamente semejante).
Finalmente, existe la denominada dislexia profunda en la que se encuentran deterioradas ambas rutas. Por fortuna, es el tipo de dislexia menos prevalente, aunque es el más grave. Este trastorno conduce a las personas que lo padecen a leer poco o mal y a errores semánticos graves.
Existe mucha confusión en la sociedad sobre la dislexia. En un contexto distendido entre personas que no la conocen de cerca, no es raro oir el término cuando alguien confunde letras o términos al hablar o al escribir. Efectivamente, una persona disléxica puede cometer errores también al expresarse por escrito, sobre todo faltas de ortografía, pero esto será derivado de sus dificultades lectoras intrínsecamente asociadas al acto de escribir (¿acaso alguien escribe sin leer lo que está poniendo?). Por ello, es conveniente enfatizar que la manifestación principal de la dilexia se produce al leer, y no tanto al escribir... y, por supuesto, mucho menos al hablar, aunque sí puede verse afectada la memoria de trabajo y su capacidad para retener a corto plazo el tema de una conversación, por ejemplo, sobre todo cuando está cargada de tecnicismos.
Finalmente, quiero poner de manifiesto que cuando un niño sufre este tipo de problemas, en una etapa en la que precisamente está aprendiendo a leer y que esa actividad en sí misma les ocupa gran parte de su tiempo en el colegio, conduce inexorablemente a la desmotivación, a la desgana y a un deseo de evitar enfrentarse a la lectura a toda costa. Desde fuera, para los ojos de alguien no formado en la materia, puede parecer que el niño no quiere esforzarse o no tiene interés. Una falta de detección precoz es fatal para desarrollar una dislexia más grave en la etapa adolescente o adulta. Cuando se detecta un caso de dislexia, se pueden poner en marcha mecanismos (actividades, recursos, apoyo, etc.) para ejercitar ciertas zonas del cerebro del niño que son las causantes de este trastorno y reducir el grado en que se pueda agravar con el tiempo, e incluso mejorar su calidad tanto de vida como de aprendizaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario