Como práctica 1 de la asignatura, se nos ha encomendado a un grupo reducido de compañeros y a mí la tarea de analizar la relación entre la familia y la escuela, una de las 12 medidas propuestas por el Gobierno en su estrategia 2010-2020. Más concretamente, la siguiente afirmación:
"Familias más presentes en la escuela: la familia y la escuela no pueden ir separadas. Los dos son pilares fundamentales para la eduación de los niños. Se debería de involucrar más a las familias en el entorno escolar"
En unos pocos minutos se pusieron sobre la mesa un buen número de ideas a partir de las cuales articulamos las siguientes conclusiones:1. El tándem familia - profesores supone una herramienta poderosísima para formar y educar a los jóvenes de todas las edades. A priori, podría parecer que existe una diferenciación entre las tareas de cada uno: a los profesores se les suele atribuir la responsabilidad de transmitir a los chavales el "saber" y el "saber hacer", mientras que las familias parecen las dióneas para inculcarles aspectos de "saber ser" y de "saber estar". Aunque creemos que esto debe respetarse en cierta medida también abogamos por incursiones de unos en las tareas de otros. Por poner algunos ejemplos, el entorno familiar es el mejor contexto para educar a los niños y adolescentes en conocimientos y técnicas propias de la vida cotidiana, mientras que los profesores son excelentes mediadores de posibles conflictos en la escuela que pueden conducir al aprendizaje de determinadas normas de conducta.
2. Involucrarse no es controlar. Creemos que existe una cierta tendencia de algunos padres y madres de querer estar "muy encima" de qué se enseña a sus hijos, cómo se enseña, qué tareas se les manda, qué controles/exámenes tienen, etc. Surgieron dos reflexiones en este sentido. En primer lugar, los padres deberían ser consecuentes con el hecho de que los profesores son expertos educadores y, a priori, tanto las formas como el contenido de sus clases no deberían ponerse en tela de juicio por parte de los padres (hay excepciones, por supuesto, pero estas suelen ser muy notorias y fácilmente identificables). En ese sentido, creemos fundamental que los padres entiendan la forma de educar el profesor y, en todo caso, busquen cierta complicidad para complementarlo con actividades en casa. Para esto pueden ser interesantes las tutorías individuales y breves reuniones entre padres y profesores.
Por otro lado, el espíritu controlador de algunos padres (en un afán mal gestionado de "involucrarse en la educación de sus hijos") les puede conducir a ponerse en contacto con otros padres y, en ocasiones, directamente con los profesores para informarse de qué actividades y tareas han sido encomendadas a sus hijos (por ejemplo, "¿qué deberes hay para mañana?"). Aunque esto puede ser muy interesante como "red de seguridad" para los chavales, sobre todo en edades tempranas, a la larga puede repercutir en el aprendizaje de la responsabilidad por parte del chaval. Algo tan cotidiano como apuntar las tareas o saber que para cierto día hay que llevar a clase un determinado material para una actividad tiene un impacto muy positivo en la adquisición de valores de responsabilidad y autonomía que, si ven que sus padres se encargan siempre de todo, no desarrollan. Y esto puede ser bastante contraproducente conforme van encarando progresivamente la transición a la juventud y la edad adulta.
3. La conciliación familiar. La capacidad de involucrarse de muchas familias no es algo que puedan trabajar o decidir fácilmente. Muchas veces, las dificultades que tienen padres y madres para conciliar lo laboral con lo familiar conduce a situaciones en las que, por más empeño que pongan, no pueden hacer un seguimiento tan de cerca de la educación de sus hijos como debieran o les gustaría. Si la familia, además, es monoparental o numerosa, las cosas se pueden complicar todavía más. La solución a esto es complicada, y pasa inevitablemente por diálogo entre adminsitraciones, empresas y trabajadores.
4. El entorno. Al hilo de lo anterior, al igual que hay familias que no tienen tiempo suficiente para dedicar a la formación de sus hijos e hijas, hay otras familias que no disponen de los espacios adecuados para seguir educándolos fuera del aula (en casa, en el barrio...). Entornos ruidosos, mucha gente alrededor o gran número de distracciones a su alcance solo son algunos de los aspectos que pueden minar la calidad de un espacio de aprendizaje fuera del aula, donde los padres y madres pueden estar más presentes y participar. En este sentido, y si desde la administración local no es factible proporcionar espacios públicos como bibliotecas o centros cívicos con espacios destinados al trabajo de las familias con sus hijos, puede ser buena idea que los centros puedan poner a su disposición algunas aulas por las tardes.
5. Formación de los padres. Finalmente, y no por ello menos importante, creemos que hay padres que no se involucran en la educación de sus hijos como les gustaría o como deberían porque, sencillamente, no saben cómo hacerlo. En este sentido, podría ser muy interesante realizar a principio de todos los cursos académicos ciertas actividades o talleres con los padres para orientarlos sobre técnicas y formas de llegar mejor a sus hijos y conseguir el vínculo necesario para participar de su formación fuera de las aulas. Aquí el centro educativo juega un rol fundamental, ya que esos talleres pueden ser impartidos por orientadores y algunos profesores del centro que, además de conocer qué sucede en el propio centro, tamibén conocen a menudo a los propios chavales.
Esto son algunas de las conclusiones a las que llegamos trabajando la actividad en clase. Surgieron más ideas que no se materializaron en conclusiones claras y no han sido recogidas en la lista anterior.
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