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Un poco sobre mí

¡Hola! Mi nombre es Álvaro Magdaleno González y soy ingeniero industrial, investigador y profesor. En este post os voy a contar un poco mi v...

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jueves, 7 de octubre de 2021

Un poco más sobre mí

 ¡Hola!

En mi post anterior me presenté de una manera un poco formal, como muy académica. En este post me gustaría abriros las puertas de mi otro yo y hablaros un poco sobre mis aficiones, ocio y tiempo libre. Y no, no voy a caer en la tentación de contaros que me gusta ver series y estar con mis amigos. Partimos de ahí, y ahora vamos con lo interesante.

 

La banda sonora de mi vida

Mi gran afición siempre ha sido y será la música. Me cuentan mis padres que desde muy pequeño he sentido admiración hacia todo aquello que emitiera algún tipo de sonido o música, y siempre aprovecharon para motivar esta faceta de mí con instrumentos sencillos y apuntándome a actividades extraescolares. Con 8 añitos ingresé en una escuela de música y durante los 10 años siguientes cursé los estudios reglados (grado elemental y profesional) de piano. He de reconocer que es un camino duro, sobre todo compaginarlo con los estudios de la ESO y el Bachillerato, pero si es vocacional (como es mi caso), es extremadamente gratificante. Tuve que aparcar un poco la afición cuando entré en la Universidad (compaginarlo con Bachillerato cuesta, pero con mis estudios de ingeniería fue imposible) y he perdido bastante habilidad. Aún así, todavía me paso algunos ratos muertos (de los pocos que tengo) tocando algo sencillito. Me relaja y me recuerda a mi infancia. 

 

Dicen que la música amansa a las fieras. En mi caso, la música creo que tuvo importantes y determinantes beneficios en mi formación intelectual y como persona. Valores como la disciplina y la constancia son intrínsecas al aprendizaje de un instrumento mediante enseñanzas regladas (que también tienen su currículo, como los institutos y los coles). Además, visto desde fuera puede parecer todo muy aleatorio, pero la música tiene mucho de matemáticas y de lógica. En asignaturas como lenguaje musical y armonía se estudian conceptos como tonalidades, acordes, disonancias e intervalos con un formalismo que nada tienen que envidiar a las clases de matemáticas del instituto. Por otro lado, asignaturas como análisis, composición o repentización ayudan a desarrollar la inteligencia práctica y creativa mucho más de lo que puede llegar a verse en cualquier curso de Educación Secundaria. Finalmente, y no por ello menos importante, las audiciones. Todos los años (todos) había que salir al escenario a tocar algo delante de un público. Vale, eran todo familiares de los "mini-concertistas", pero uno solo conocía a la suya y los demás eran perfectos desconocidos. Sentarse a tocar al piano una piececita, cada año más complicada, sobre un escenario hace que uno vaya perdiendo ese miedo a expresarse en público. Mucho mejor que cualquier trabajo de clase del instituto, sin ninguna duda. En definitiva, no quiero enrollarme más sobre este tema, estoy convencido de que sin esos 10 años de formación musical (que se dice pronto...) yo hoy no sería quien soy.

No todo en mi vida ha sido música clásica. En absoluto. En el otro lado de la moneda soy forofo del pop, lo más comercial que se te ocurra. En mi época de adolestente lo petaba El Canto del Loco, La Oreja de Van Gogh, Amaral... Y ahí estaba yo, con mi reproductor de mp3 plagado de discos de esos grupos (de aquella los móviles solo reproducían "politonos"). Pero si hay un grupo del que me delcaro fan incondicional, ese es Fangoria. No sé si será por su estética, por su arrojo ante la vida o por la fuerza de algunas de sus canciones (porque por cómo canta Alaska ya te digo yo que no), pero es poner una canción suya y me vengo arriba. Así de sencillo soy.

 

Mi lado más friki

Pero no todo es estudiar y tocar el piano en mi vida. Me apasiona jugar. Soy un jugón (además de un jugador) y siempre he conseguido sacar algún rato al día para echarme una partidilla a algo, solo o acompañado. Soy muy aficionado a las consolas de Nintendo (creo que he tenido todas desde la Nintendo 64) y a los juegos de PC (mi cuenta de Steam ha llegado a un punto que casi no tiene fin). Mención aparte merecen los juegos de mesa, muy apreciados en mi grupo de amigos desde hace unos años (nos han salvado las tardes de la pandemia, con todo cerrado...). Personajes como Super Mario, Link o Pikachu han estado presentes en mi vida desde muy pequeño (también desde los 8 años, creo...) y siguen estando ahí en algunos de mis ratos de ocio y desconexión en casa.

No quiero dejar pasar la oportunidad de romper una lanza en favor de los videojuegos, tradicionalmente culpados de conductas violentas o procrastinación de tareas importantes. Los videojuegos son una vía de escape y una forma de entretenerse para cualquier niño o adolescente (al que le gusten), como lo puede ser cualquier deporte o instrumento musical. Bien escogidos, los videojuegos pueden ser fuente de creatividad, reflejos, habilidad manual, coordinación, ingenio, estrategia (podría seguir), todo en uno, y en un contexto ameno y divertido. Y no hablo de juegos educativos. Cualquier juego de plataformas o de aventuras cumple su función. Eso sí, y aquí viene el quid de la cuestión: para que sea útil y no se convierta en vicio, hay que dosificarlo y administrarlo en las dosis adecuadas (como el Parecetamol), además de vigilar qué juegos se proporciona al chaval en cada etapa de su vida (¿a que a nadie se le ocurre darle un Ibuprofeno a un bebé de 3 meses?). Y aquí juegan un rol fundamental los padres y la forma que tienen de gestionar el acceso al videojuego del menor. A qué juega, cómo juega, con quién juega... eso es todo cosa de los padres o tutores legales, y dominarlo es la clave para no caer en prohibiciones contraproducentes. No me malinterpretéis: también es una moneda de cambio, se puede utilizar como refuerzo positivo o negativo, pero hasta cierto punto. Pero no se puede prohibir tajantemente jugar. Es una de las formas más naturales y eficaces de aprender, sea lo que sea: matemáticas o los controles de un personaje en un videojuego. Todo cuenta en el desarrollo intelectual de un adolescente. 

 

Y hasta aquí este post. Tengo alguna afición más, pero no querréis leerlo todo sobre mí en dos posts, ¿no? También me gustan las cañas, ahí lo dejo. ¡Hasta pronto!

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